domingo, enero 18, 2015

Letras escritas con los puños. Entrevista con Alejandro Toledo y Mary Carmen Ambriz



Letras escritas con los puños
Entrevista con Alejandro Toledo y Mary Carmen Ambriz*
Por Ariel Ruiz Mondragón
Entre los deportes más antiguos, duros y crueles se encuentra, sin duda, el boxeo, el enfrentamiento de un par de púgiles que buscan el triunfo pero, sobre todo, sobrevivir, arriba y abajo del ring.
Por las diversas características que tiene el deporte de la fistiana no podía dejar de atraer la atención de los literatos, entre los que se encuentran varios que en algún momento llegaron a practicarlo. Es por ello que el boxeo ha sido tema de textos que van desde la poesía hasta el periodismo, en los que se da cuenta de la grandeza, la miseria, el gozo y la tragedia de la práctica de los puñetazos.
Como una muestra de los vínculos existentes entre el boxeo y la literatura Alejandro Toledo y Mary Carmen Ambriz han realizado el libro Historias del ring. Una antología del boxeo (México, Cal y arena, 2012), en el que reúnen textos de 31 autores que abarcan diversos géneros: cuento, ensayo, novela, poesía, entrevista, crónica y reportaje. Con ellos conversamos acerca de ese volumen.
Toledo (Ciudad de México, 1963) es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Se ha dedicado al periodismo cultural y ha cultivado géneros como el cuento, la novela y el ensayo. Autor de al menos una decena de libros, ha participado en la compilación de otros seis más.
Ambriz (Ciudad de México, 1970) se ha dedicado al periodismo cultural y al ensayo. En 2002 ganó el premio Timón de Oro por su ensayo La cabeza de Moby Dick. Actualmente colabora en Milenio Diario.

Ariel Ruiz (AR): ¿Por qué publicar hoy un libro como el suyo?
Alejandro Toledo (AT): En este caso fue la coincidencia de que los dos, por separado, habíamos coleccionado historias y libros sobre boxeo, y de pronto se nos ocurrió dialogar sobre el asunto y combinar lo que teníamos.
Es un proyecto que iniciamos hace unos cinco o seis años, ya que los dos nos dedicamos más bien a la literatura. Entonces lo hicimos como una investigación literaria a partir de esa coincidencia.
Mary Carmen Ambriz (MCA): Es un libro que a mí como lectora me hubiera gustado leer. Uno tiene que pensar así: ¿cuál es el libro que a mí me gustaría leer? Uno que fuera así, con esta selección.
Aparte, se fue dando porque cada que hay un Mundial de futbol o unas Olimpiadas, dentro del periodismo cultural quieres dar otro texto y demostrar que la literatura tiene otras vertientes y que no es algo solemne.
A partir de allí vimos que la parte del boxeo daba mucho más que una o dos páginas de un periódico y que se podía ir haciendo una selección de textos dedicados a ese deporte, en la que hubiera, por ejemplo, cuento, fragmento de novela, crónica, ensayo y poesía.
Vimos que había toda esa diversidad, y no sólo de autores mexicanos sino también de otras latitudes, y que se podían abordar figuras del boxeo nacionales e internacionales, y que esos textos tuvieran calidad literaria.
AT: Fue como un proyecto casero, de coincidir en tener libros sobre el tema y empezar a hacer una antología, lo que ha coincidido con una especie de boom del boxeo en México, porque las televisoras tenían muy descuidado a este deporte, y ahora lo quieren recuperar.

AR: Hay un tema que ustedes plantean desde la introducción del libro, que es el ético. Hay algunos de los textos recopilados que tienen esta idea, por ejemplo el de Jack London, que habla de las restricciones éticas, del “juego limpio” que nos separa de la selva, o el vínculo que Arthur Conan Doyle establece con el patriotismo. Por su parte, F. X. Toole habla de la magia de este deporte, de que el boxeo finalmente es el respeto por el otro, y también está Ernesto Giménez Caballero, quien habla de una “dignificación manual”. ¿El boxeo tiene un contenido ético propio?
AT: En teoría la esencia del boxeo está en que es una lucha entre iguales, de pesos y condiciones físicas similares, y donde el ingenio, la astucia y la resistencia de cada quien lo va a llevar a triunfar. Hay la idea de que es un enfrentamiento equilibrado.
Esto es como la teoría, el ideal, que no siempre se cumple porque hay historias como la que cuenta Dashiell Hammet, de un peleador con ambiciones al que antes de subir al ring le informan que debe perder, cuando eso lo haría contra su naturaleza y contra la del deporte mismo.
Entonces, por un lado está el ideal de justicia y de equilibrio, y por otro las mafias que muchas veces ensucian al deporte. Pero en el planteamiento inicial si está esa ética del boxeo; por eso hay pesos, categorías, en búsqueda de que haya siempre un equilibrio de fuerzas.
MCA: A mí me gustaría pasar a la parte donde no se cumple esa ética…

AR: Exacto. En el libro que hay otras partes donde se habla justamente de esa “canalla miserable de parásitos y maleantes que hay alrededor y que están por debajo del honrado púgil” (que la expresión es de Athur Conan Doyle). Esto lo vemos en el texto de Hammet, pero también en los de Ernest Hemingway y José Luis González.
MCA: Es un deporte que despierta pasiones, obviamente, pero también hay muchos altibajos que se van reflejando. La vida de los deportistas es algo que transita de una manera muy vertiginosa, y casi siempre ellos empiezan de la nada, llegan al éxito y luego no tienen una visión de que no va a ser siempre así sino que luego va a haber una caída, y otra vez se quedan solos, sin dinero, sin amigos y sin gente que los apoye.
En ese momento de las vidas de los boxeadores estos se convierten en personajes muy atractivos para los escritores. El literato tiene el encanto de narrar la tragedia, de contar las glorias y también la decadencia, cómo fueron esos tropiezos de la vida que los boxeadores fueron acumulando.
Por otro lado, en el libro también se habla de ese paralelismo entre la escritura y el boxeo; entre los que cuentan esto se encuentran, por ejemplo, Julio Cortázar y Salvador Novo.
En algún momento un escritor argentino, Roberto Arlt, también cuenta que tienes que dar ese cruce en la mandíbula a la escritura para que a final de cuentas tengas esa efectividad en lo que estás escribiendo, esa lucha con las palabras, y que ese ritmo vertiginoso pase también a lo que estás contando.
Entonces quisimos que quedaran reflejadas en el libro no solamente esas tragedias que viven los boxeadores, sino también esa lucha que llevan a cabo los mismos escritores contra sí mismos.
AT: En la sección de fragmentos de novela está el texto de Conan Doyle que refiere lo que fue el boxeo en sus inicios: en muchos condados de Inglaterra estaba prohibido, y se buscaba un territorio neutro para poder realizar la pelea, a riesgo de que fuera suspendida cuando llegara el inspector de policía. En el grupo que iba a la pelea siempre estaban los apostadores, que a veces incluso querían enfermar al rival para poder ganar la apuesta porque eran duelos entre caballeros: gente de la nobleza que apostaba por uno u otro peleador, y que muchas veces contrataba matones para que afectaran al otro combatiente.
Esas sombras han acompañado siempre al peleador y al boxeo. Por ejemplo, en Estados Unidos se demostró que la mafia de Chicago había influido en algunas peleas. Entonces el boxeo siempre necesita ser defendido de los maleantes para que pueda ser lo que en teoría debe ser, que es una lucha entre iguales.

AR: ¿De qué depende el final trágico o no trágico de los boxeadores? En un sentido encontramos la crónica acerca del Chango Casanova o la de Kid Chocolate, por un lado, y en otro más positivo las de Gene Tunney (quien acabó como empresario) e incluso la del Ratón Macías.
MCA: Que sepan administrar su gloria, que sepan que no siempre van a poder vivir de los golpes, que el cuerpo va a decir “hasta aquí, yo ya no voy a dar más”, y que entonces tendrán que vivir de otras cosas. Deben saber que su dinero lo pueden invertir en otros asuntos y no estar gastando todo, porque vienen de un estrato social en el que tuvieron carencias económicas y llega un momento de su edad adulta en que pueden satisfacerlas, pero eso no les va a durar para toda la vida. Comprar amistades y mujeres tampoco va a ser para siempre.
AT: Hay textos que son ejemplares sobre esto; uno es el de Jack London, “Por un bistec”, que es sobre un boxeador veterano en una de sus últimas peleas y que está en la pobreza. Si gana podría resolver económicamente su vida en los siguientes meses, pero si pierde vivirá en la miseria más absoluta; sin embargo, ese día no tiene siquiera para comer un bistec, el que pudo haberle dado la energía para poder vencer en la pelea.
Otro es el de Hemingway, titulado “50 de los grandes”, en el que un peleador veterano, en una de sus últimas peleas, se da cuenta de que todavía tiene la energía para derrotar al otro y lo va haciendo por ese impulso que da la competencia; pero como apostó contra sí mismo tiene que buscar la manera de perder y no quebrar. Esto se resuelve de una forma un poco humorística.

AR: Esa es otra cosa que observé en muchos textos: en el boxeo, tal vez como en ningún otro deporte, hay una carrera brutal contra el tiempo, una disputa por la juventud. ¿Es así?
AT: Pues lo atractivo del boxeo es que está todo sintetizado en un ring en el que hay dos destinos que están enfrentados. La lucha es más aparatosa y es más espectáculo que deporte. Además el futbol, el béisbol y el basquetbol son deportes de conjunto, pero aquí son dos destinos enfrentados en donde entran en juego todas las situaciones de la pobreza como un origen; a veces hay la teoría de que si te alimentaste mal en la infancia eso te puede restar cualidades a la hora de estar en el cuadrilátero.

AR: La historia de Kid Chocolate parece desmentir eso.
AT: En ese caso, él tenía cierta característica física...
MCA: Tenía un brazo ligeramente más grande que otro, y eso le daba una ventaja contra el oponente. Su caso es muy interesante porque dos autores cubanos se ocupan de él: Guillermo Cabrera Infante y Eliseo Alberto.
Es sabido que Kid Chocolate era un donjuán, y llevaba un récord de sus peleas ganadas en el ring, y otro del número de sus encuentros en el box spring con sus chicas.
Parece que era un tipo muy atractivo; aquí lo que Eliseo Alberto hizo está entre la crónica y el reportaje, porque él en realidad estaba entrevistando a Kid Chocolate para un documental, y entonces contó en flashbacks toda la gloria y lo que después vivió ese boxeador.
Lo que hizo Cabrera Infante fue una reflexión sobre este gran peleador cubano; contó que era muy impresionante verlo pelear.
Al respecto, a mí me gustaría contar que si hay un eje común en el libro es la venganza, ya que muchas veces aparece en las peleas, tanto en la actitud del árbitro como en la gente que rodea a los boxeadores. Siempre hay una actitud como de “tú me la hiciste, ahora me la vas a pagar, y si no es en el ring va a ser afuera”.
Esa actitud de venganza rodea al boxeo. En el caso de Kid Chocolate también se cuenta que uno de sus compañeros boxeadores murió en un ajuste de cuentas por un amorío, y eso queda muy bien narrado en el texto de Eliseo Alberto. También podemos ver la venganza de un árbitro en el texto de James Carlos Blake.

AR: También quiero ir sobre esa vertiente: la de los traumas, que está en los relatos de Juan Villoro y de Blake. ¿El box sirve para que el ser humano saque sus traumas?
AT: Decía Camus que para él el futbol era un medio para entender al hombre, y yo creo que el boxeo lo es también. Camus desde niño fue portero y dicen que en su infancia todos los días le revisaban que sus zapatos estuvieran bien y que por ello jugaba en esa posición. Pero su frase sirve para entender el boxeo porque está lleno de historias de todo tipo.
Del Chango Casanova, por ejemplo, se decía que si su rival le hablaba en inglés se acomplejaba y dejaba de tirar golpes. Entonces, en esos momentos definitivos en que un golpe puede acabar con una pelea el pasado resurge: los traumas, los miedos propios, la lucha contra uno mismo está reflejada.
Hay peleadores que, teniendo las cualidades técnicas para escalar, para subir, no lo hacen porque por alguna cuestión sicológica que los detiene en el ascenso.
También hay una película que a mí me gusta mucho sobre el retiro del peleador, que es Réquiem por un peso pesado, con Anthony Quinn, que presenta muy bien cómo se da la disyuntiva de saber cuándo retirarse, cuándo se acabó tu tiempo.

AR: El libro también tiene partes humorísticas acerca de esa tragedia, como ocurre con los textos de Salvador Novo y Enrique Jardiel Poncela, quienes hablan, por ejemplo, sobre el maltrato que reciben los boxeadores entre round y round y cómo aguantan a los seconds. ¿Qué hay de esta vertiente humorística en el libro?
AT: Desde que Mary Carmen me contó que había un texto de Novo sobre boxeo yo no le creía porque era como un espíritu muy refinado, y yo no me lo imaginaba. Después me mostró el libro de Novo donde viene ese ensayo en el que plantea una lectura un poco irónica del asunto, en el que sugiere que una orquesta acompañe a los peleadores y que alguien componga una oda al ring...
MCA: Una sinfónica del ring...
AT: Es una idea que tampoco está tan dislocada porque el boxeo es una danza; algo que aprende el peleador desde un principio es a mover las piernas, ya que el ritmo de éstas puede determinar la fuerza del golpe.
Entre sus ironías también hay una fascinación de Novo por lo que está ocurriendo, como se observa en su idea de la gimnasia sueca: que al ver la pelea el espectador hace sus propios movimientos boxísticos como si estuviera participando en el ring.
MCA: En el sentido de la ironía está la reflexión que hace Joyce Carrol Oates: quien ve a dos individuos que están en calzoncillos pegándose, semidesnudos, es como una especie de voyeur, y es inevitable que se enganche en ese duelo que se está llevando a cabo. Ella también reflexiona que el boxeo es como la vida misma por todos los tropiezos que hay.
Depende mucho del narrador porque el boxeo si está visto con cierto humor; hay unas partes en el cuento de Villoro que narra cierta decadencia, pero también está la contraparte del amigo del boxeador que es el que le da el sentido del humor.
La danza del cuadrilátero se puede llevar a la danza de las palabras; en el caso de Villoro me gustaría recordar que ese ritmo vertiginoso que tiene una pelea lo tiene su texto, y le va dando elementos, como un pájaro o el paisaje, que llevan otra vez al escenario donde empezó la historia. Es una historia circular, y a mí me gusta mucho cómo juega allí con el tiempo.

AR: ¿Cómo les ha ido a los escritores que han practicado el pugilismo? En el libro hay varios: Arthur Cravan, Ricardo Garibay, Ernest Hemingway, entre otros.
AT: Hay un género, que es el de la pelea literaria: lo que ocurra en el ring tiene un ritmo, una respiración, un movimiento, y eso muchas veces se traduce a la prosa, que se mueve de un modo similar al de los boxeadores, y allí están los ejemplos de London y Hemingway. Éste se subía al ring cada que podía; en la película de Woody Allen, Medianoche en París, a la menor provocación reta a alguien a ponerse los guantes.
En el prólogo se menciona el caso curioso de un poeta boxeador de peso completo, el francés Arthur Cravan, quien peleó en Barcelona con Jack Johnson no en una pelea de campeonato sino de exhibición; Johnson se cansó de perseguir al otro, que corría por todos lados.
Lo interesante de Cravan es que representa la fusión entre la literatura y el boxeo.
No sé si haya muchos escritores que hayan saltado las cuerdas; del que tenemos más imágenes es de Hemingway. Yo menciono a Miles Davis, que frecuentaba los gimnasios y que peleaba a ese nivel, y que hizo su tributo a Jack Johnson.

AR: ¿Cómo se ha utilizado políticamente al boxeo? En el libro hay textos que lo relacionan con el patriotismo. Un caso ejemplar es el de la entrevista de Ramón Márquez a Mohammed Ali, en donde aparecen temas como el racismo, el clasismo e incluso la religión.
AT: Jack London cubrió en 1910 aquella pelea entre Jack Johnson y Jim Jeffries, en la que los blancos estaban indignados porque había un campeón de pesos pesados negro, al que le habían obstaculizado su llegada, pero finalmente lo tuvieron que aceptar. Entonces revivieron a Jeffries, quien era el campeón anterior, para que destronara a Johnson. Esa pelea generó mucha expectativa porque se creía que el orgullo blanco sería defendido. Eso es lo que le llamó la atención a Miles Davis del personaje de Jack Johnson, porque él como músico sufrió el racismo alguna vez a las afueras de un bar de Chicago, cuando lo llevaron a la cárcel por estar fumando afuera del bar y al parecer era sospechoso por ser negro.
A Mohamed Ali le ocurrió que después de haber ganado aquella medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Roma, a su regreso a Estados Unidos no lo dejaron entrar a un restaurante porque allí no aceptaban negros.
Entonces como que en el deporte han librado sus batallas los negros, y el deporte ha manifestado esos odios que están en la sociedad.

AR: En la parte de Cortázar habla de la pelea de Luis Ángel Firpo contra Jack Dempsey, cuando ayudaron a regresar al ring al norteamericano.
AT: Se le dio ventaja porque, en las condiciones que marcaba el marqués de Queensberry, el peleador tenía que recuperarse solo, y aquí dice que 30 manos impulsaron a Dempsey para volver al ring, y en el segundo round noqueó a Firpo.
A veces lo que ocurre en el ring concentra y refleja la sociedad.
MCA: El racismo es una constante dentro del boxeo, pero yo pensaría también, como lectora y como mujer, que también es un reflejo del machismo porque también está la cuestión de que los boxeadores, cuando tienen dinero, compran a las mujeres y las utilizan como objetos, o de repente cambian de una esposa a otra porque ya tienen más dinero.
Pero el boxeo es un reflejo de la realidad, de esos problemas como el racismo y el machismo. También está la cuestión de que los boxeadores nacen en unas familias de bajos recursos económicos, y cuando tienen dinero pueden adquirir todo lo que no tuvieron en la infancia. Eso los hace creer que el dinero todo lo puede obtener y que todo lo pueden conseguir por sus golpes y por toda la mafia que se genera alrededor de una pelea.
Pero el boxeo es un reflejo de la vida misma, de todos los defectos.
Cuando mencionaste lo político inmediatamente me vino a la mente a este boxeador apoyando a cierto partido político que no quiero mencionar...
AT: Como la relación de Julio César Chávez con Carlos Salinas de Gortari...
MAC: O en su decadencia al boxeador le ofrecen ser diputado, como fue el caso de Pipino Cuevas...
AT: O del Ratón...
MAC: Sí, pero había intereses y de decir “la voy a hacer en la política a ver si pega”.
AT: En la novela de Dashiell Hammet Cosecha roja se habla de una sociedad corrompida, controlada por las mafias que se disputan todo el tiempo los territorios. En ese contexto la pelea refleja eso: el boxeo ya no es limpio, hay alguien que decide quién gana y quién pierde.

AR: Para terminar, quiero platearles el dilema que le propuso Cravan a André Gide: ¿prefieren el boxeo o la literatura?
AT: Yo creo que nos hemos definido por el boxeo literario, que es lo que conjuntamos en esta antología. Se puede hacer la fusión de ambas disciplinas, no son cosas que deban estar separadas; el mismo Cravan representaba eso: el poeta boxeador. Si hubiera leído este libro habría entendido que las dos cosas se pueden relacionar.
MCA: Al boxeo literario yo prefiero, más que verlo, leerlo. Pero que sea el boxeo bien escrito: una lucha de palabras.
AT: Lamentablemente la crónica actual no cuenta bien las peleas ni la vida de los boxeadores; entonces, habría que pedir a los cronistas que lean a sus pares, a los maestros: London, Cortázar, Hemingway... Y que escriban sus crónicas con ese entusiasmo, con ese conocimiento del deporte.


*Entrevista publicada en Etcétera, núm. 165, agosto de 2014.

viernes, enero 02, 2015

Hugo Chávez, un transformador consumido por el poder. Entrevista con Rory Carroll



Hugo Chávez, un transformador consumido por el poder.
Entrevista con Rory Carroll*
Ariel Ruiz Mondragón

Uno de los fenómenos políticos más atractivos y difundidos que se han generado en América Latina en los últimos años lo fue el gobierno del comandante Hugo Rafael Chávez Frías en Venezuela, quien ofreció dirigir la revolución bolivariana y ayudar a construir el socialismo del siglo XXI como una opción frente al capitalismo neoliberal.
Ante el desgaste y desprestigio que cubrían a la antigua clase política, Chávez apareció como una opción y ganó la Presidencia de su país, la que ocupó desde 1999 hasta su muerte en 2013. En su estancia en el poder administró el auge petrolero, enfrentó un intento de golpe de Estado, polarizó a la sociedad, implantó políticas públicas dirigidas a los sectores populares, limitó los privilegios de los sectores más ricos, cambió la Constitución y se hizo de importantes medios de comunicación. También maximizó el clientelismo e ignoró la corrupción de los suyos, instauró y lideró una “democracia autoritaria” en cuya cima se encontraba un “autócrata electo” (él mismo) y en cuya base estableció consejos comunales, enfrentó a Estados Unidos e ilusionó a diversos sectores de la izquierda, entre muchos otros aspectos de su controvertida actuación.
Una espléndida y apasionante crónica acerca de los años de Hugo Chávez en el poder es la que presenta Rory Carroll en su libro Comandante. La Venezuela de Hugo Chávez (México, Sexto Piso, 2013), con quien conversó Replicante acerca de ese volumen.
Carroll (Dublín, 1972) estudió Ciencias Políticas y Economía en el Trinity College y es maestro en Periodismo por la Dublin City University. Inició su trayectoria periodística en 1995 en Belfast en el Irish News, y fue designado el Periodista Joven del Año en Irlanda del Norte en 1997, cuando empezó a trabajar en The Guardian. Ha hecho coberturas informativas en Pakistán, Afganistán, Sudáfrica, Congo, Liberia y Zimbabwe. Entre 2006 y 2012 fue corresponsal de The Guardian en América Latina, y hoy actualmente reside en Los Ángeles, desde donde cubre el oeste y sur de Estados Unidos para el mismo diario.

Ariel Ruiz (AR): ¿Por qué publicar un libro como el tuyo? ¿Por qué te llamó la atención el “laboratorio de poder y carisma que se movía entre la esperanza, el miedo y la farsa”, como mencionas al principio del libro?
Rory Carroll (RC): Hugo Chávez fue tan polarizante, en Venezuela y el exterior, que mucha gente lo veía, y todavía lo ve, como caricatura. Un dictador comunista o un gran salvador de los pobres. La verdad fue más compleja e interesante, y tiene lecciones importantes; por lo tanto quería dibujar un retrato justo, completo y equilibrado. Y divertido.

AR: Recuerdas que en 1998 Chávez, como candidato a la Presidencia, decía a los venezolanos que “su viejo modelo de dependencia del petróleo y políticas corruptas, su espejismo de desarrollo, estaba muerto”. Sobre esos problemas específicos, tras concluir la lectura de tu libro, creo que no cambiaron mucho con su gobierno, ya que se formó la llamada “boligarquía”, la dependencia del petróleo incluso aumentó y la ineficiencia económica llegó a extremos muy graves. En esos aspectos, ¿consideras que hubo algún cambio respecto al orden anterior?
RC: A pesar de su retórica, Chávez empeoró el viejo vicio de dependencia petrolera. La industria, la agricultura y sectores como el turismo fueron gravemente debilitados. Lo mismo pasó con otros presidentes, como Carlos Andrés Pérez. También Chávez agregó nuevos problemas, como el control de cambio de divisas y el control de precios, que crearon un laberinto económico en el cual el país se quedó atrapado.

AR: Sobre la oposición que enfrentó Hugo Chávez, dices que tenía un aspecto fársico; integrada por la clase media y las élites tradicionales, quisieron derrocarlo, incluso a través de un golpe de Estado. Sin embargo, fue extremadamente torpe. ¿En qué medida eso explica la permanencia en el poder y la popularidad de Chávez?
RC: Los errores y el radicalismo de la oposición y las elites tradicionales consolidaron el poder de Chávez en sus primeros seis años de poder. Obligaron a la población a seleccionar entre quienes parecían aristócratas arrogantes, y el comandante. Eso lo ayudó a cambiar la Constitución y tomar el control de las instituciones. A partir de 2006 la oposición maduró, se moderó y empezó a ofrecer una opción más creíble. Pero fue demasiado tarde: Chávez ya tenía el control casi absoluto.

AR: En el libro también se relata la conducta de los medios de comunicación privados (especialmente los electrónicos) contra el gobierno de Chávez, y cómo recurrieron a la mentira, la manipulación y el ocultamiento, especialmente cuando la intentona de golpe de Estado. Pero cuando el comandante se hizo de ellos, me parece que tampoco se distinguió mucho de aquellos empresarios en el uso faccioso y tramposo de los medios. ¿Cómo observas este problema?
RC: Cuando Chávez dijo que una oligarquía controló y abusó de su poder mediático tenía razón. Pero su solución fue peor que el problema: el aparato mediático del Estado que creó cometió los mismos abusos de manipulación y propaganda, pero obviamente a su favor. Y paulatinamente él compró, intimidó y cerró los canales privados hasta que tuvo la hegemonía informática. El sistema anterior, con dos lados gritando y distorsionando, fue preferible que el control orwelliano.

AR: ¿En qué medida los intereses políticos de Chávez y sus preferencias ideológicas dañaron las posibilidades de desarrollo de Venezuela? Pongo dos ejemplos extremos: primero, tras la grave catástrofe natural de El Ávila, el comandante rechazó la ayuda estadounidense alegando cuestiones de “soberanía”, al tiempo que toleraba la corrupción de políticos de la vieja escuela (a quienes necesitaba para la operación de su gobierno) que “se estaban forrando los bolsillos”. Segundo: la desconexión eléctrica de Ciudad Guayana, el enclave industrial del país, realizada en aras de evitar los apagones y de esa manera poder sostener la popularidad del comandante en vísperas de unas elecciones.
RC: Chávez mostró pragmatismo en seguir vendiendo petróleo a Estados Unidos, y su política de vender petróleo a China también y diversificar no fue mala idea. Pero en otros aspectos su ideología causó mucho daño.
Castigar al sector privado lastimó la productividad, y las “alianzas estratégicas” con empresas rusas, iraníes, chinas, etcétera, a menudo resultaron fiascos. Su tolerancia a la corrupción durante un auge histórico costó al país una oportunidad única; aun peor, su intento de controlar los precios y el cambio de divisas fue desastroso, un autosabotaje.

AR: ¿A qué condujo que Chávez abandonara el discurso incluyente y adoptara la polarización como estrategia? ¿Cuál fue el costo de esa estrategia para Venezuela? Para las elecciones eso puede funcionar muy bien, pero hace muy difícil gobernar.

RC:
La polarización se profundizó, lo que alimentó el odio y la alienacion no sólo
entres las clases sino entre las familias. Ambos lados, chavistas y antichavistas, perdieron capacidad de empatizar con el otro. Sus discursos se convirtieron en simplificaciones y propaganda, a menudo infantil. Fue muy deprimente.

AR: En esta historia hay algunos episodios de violencia, pero no desbordada ni generalizada. ¿Qué fue lo que impidió que, pese a la gran polarización e incluso a un intento de golpe de Estado, la violencia política no se haya agravado?
RC: Chávez no tenía que usar violencia generalizada porque logró profundizar su poder a través de elecciones y cambios institucionales. Quería legitimidad democrática, y la sangre hubiera contaminado su imagen. La oposición no usó la violencia porque tenía la ilusión de derrocarlo pacíficamente a través de elecciones, y, en todo caso, no tenía la fuerza militar ni institucional para intentar una insurrección.

AR: Justamente tras el golpe de Estado de 2002 hubo algo que cambió: Fidel Castro. ¿Qué ganó y qué perdió Chávez en su relación con el comandante cubano?
RC: Ganó el fuerte simbolismo de ser apuntado como el nuevo Fidel, un líder revolucionario mundial. Al nivel práctico ganó ayuda logística –médicos, profesores, guardaespaldas, policía secreta-. Todo eso fue muy importante para su proyecto. No perdió tanto: 100 mil barriles diarios fue significativo pero no enorme (al menos no para Venezuela, pero para Cuba sí). También perdió un cierto nivel de soberanía ya que los cubanos tomaron control de varias partes del Estado, lo que molestó a la oposición y a elementos en las Fuerzas Armadas, pero no dañó a Chavez electoralmente.

AR: Hay una categoría en la Ciencia Política denominada clientelismo, el intercambio de la lealtad política por bienes materiales, favores o servicios. ¿Consideras que sirva para nombrar a buena parte del proceder del gobierno de Chávez?
RC: Totalmente. El chavismo se convirtió en un sistema de clientelismo bárbaro: a cambio de los enormes gastos del gobierno –subsidios, regalos, empleos– los beneficiarios tenían que apoyar a Chávez.

AR: Tuviste la oportunidad de cuestionar a Chávez en su programa de televisión acerca de la reelección. A tu pregunta muy concreta respondió con un largo discurso que nada tenía que ver con una respuesta. Y hay otras menciones a frases absurdas del comandante, como la de que el capitalismo podría haber acabado con la vida en Marte, entre muchas otras. Sobre esta estrategia del comandante, explicas: “Sea cual sea el problema, cuento una historia. Transforma el problema en una narración y mantén su atención”. ¿En qué medida el éxito de Chávez se debió a ese discurso y por qué tuvo tanta aceptación incluso entre sectores críticos?
RC: Fue un sistema de pan y circo, y los cuentos eran parte importante del circo. Consolidaron la conexión entre Chávez y el pueblo, y a partir del 2007, cuando los problemas empeoraron, los cuentos lograron distraer a la gente. Nicolás Maduro no tiene el mismo talento, y entonces su gobierno se pone más defensivo.

AR: Una de las partes más interesantes del libro es la que dedicas a Baldo Sansó, quien fue asesor del Ministerio de Energía y Petróleo y presidente de Petróleos de Venezuela S. A., quien, a la pregunta “¿Dónde falló Chávez?”, respondió: “La enfermedad holandesa”, que quiere decir lo siguiente: “Cómo los ingresos procedentes de los recursos naturales pueden fortalecer el tipo de cambio, de modo que resulta más barato importarlo todo que desarrollarlo o fabricarlo en el país. Esa es, en pocas palabras, la forma en que un país puede convertirse en un ser inflado y perezoso”. Por supuesto que Jorge Monje Giordani, ministro del Poder Popular de Planificación y Finanzas, tenía en mente otra cosa: un Estado que controlara la economía, con comunidades agroindustriales sostenibles. ¿Crees que en la idea de Sansó está resumida la política económica del comandante, muy alejada de lo que pensaba Giordani?
RC: Chávez pensó que la política económica de Giordani iba a solucionar “la enfermedad holandesa”. Poco a poco fue más obvio que el modelo del Monje empeoró el fenómeno, pero Chávez siguió porque el modelo le sirvió políticamente.

AR: Para ir a lo social: relatas la historia de Morón, “un empobrecido cruce de caminos de barrios de chozas y paradas de camiones, cerca del puerto más grande del país”, donde se desarrolló, por ejemplo, la política de los consejos comunales. Sin embargo, sus demandas no fueron satisfechas y sus habitantes estuvieron bloqueando carreteras; afirmas, contundente: “Donde las autoridades tradicionales habían fracasado, también lo hicieron ahora los consejos comunales (...) Las demandas de Morón no eran políticas. No pretendían la insurrección, sólo pedían agua, electricidad, empleos, carreteras”. Sin embargo, por allí citas que en la siguiente elección presidencial Chávez ganó allí con el 75 por ciento de los votos. ¿Qué tan representativa era esta situación local en el país entero?
RC: Morón fue un ejemplo extremo de un fenómeno nacional: rabia con el gobierno pero apoyo por Chávez. Esta rabia significó que unas ciudades grandes como Caracas votaron en su contra pero en ciudades pequeñas y pueblitos él ganó la mayoría de votos.

AR: La parte verdaderamente esperanzadora la encuentro en la parte que dedicas a La Vecindad, una humilde cooperativa agrícola que visitaste en los llanos de Barinas. Uno de sus miembros, Óscar Olachea, te dijo: “Compartimos todo y nos cuidamos unos a otros. ¿Qué es eso sino socialismo?”. Y efectivamente creían estar construyendo el país, el futuro. ¿Qué fue de ellos? ¿Has tenido noticias al respecto?
RC: En mi último contacto con Óscar, en 2011 por teléfono, me contó que la cooperativa andaba bien. Tendría que volver en persona y ver las cosas con mis propios ojos para responder bien a tu pregunta. Ojalá pueda tener oportunidad de hacerlo en el futuro.

AR: En la parte final del libro hablas de los logros de Chávez: enseñó a los pobres que eran seres humanos, amonestó a los ricos, dio poder a las comunidades en un intento de crear una democracia de base (aquí acoto yo: siempre y cuando obedecieran los designios de Chávez, ya que, como anotas en otra parte del libro, “acusarlo de manera directa significaba la expulsión del 'proceso' y, con ello, perder beneficios y derechos, o la esperanza de ellos...”), desafió el eurocentrismo, celebró lo indígena y denunció la injerencia de Estados Unidos. En este sentido, creo que todo esto es, básicamente, simbólico, y aunque no es, para nada, despreciable, también sirvió para ocultar el fracaso social y económico del gobierno de Chávez. ¿O los logros que señalas en qué beneficiaron a los venezolanos, especialmente a los más pobres, en sus niveles de bienestar?
RC: Había –y todavía hay– beneficios concretos. Los programas sociales, sobre todo Barrio Adentro, ayudaron a mucha gente, al igual que la comida subsidiada en supermercados del estado. Y los empleos estatales dieron ingresos a muchos familias. Estas cosas ayudaron a la gente a sobrevivir el caos y la disfunción del mismo sistema.

AR: Tras la lectura de tu libro me atrevo a decir que el proyecto bolivariano, el “socialismo del siglo XXI”, no es más que un proyecto de carácter electoral para la conquista y el mantenimiento del poder, mediante una política eminentemente clientelar que no repara en los costos económicos; no observo que sea un programa de transformación social. ¿Cuál es tu opinión al respecto?
RC: Chávez fue sincero en sus ganas de transformar a Venezuela y a la región, y en crear un nuevo modelo político, económico y cultural. Pero el poder, y su ganas de protegerlo, proyectarlo y expandirlo, lo consumió. Cuando sus ambiciones ideológicas fracasaron, lo que quedó, y lo que sigue hoy en Venezuela, es un sistema clientelista y autoritario para mantener a supuestos revolucionarios en poder.

*Entrevista publicada en Replicante, octubre de 2013.